jueves, 25 de diciembre de 2014

Los cuentos de hadas de toda la vida.

Uno de los recursos que se utiliza para captar la atención y el interés del lector, es utilizar elementos típicos de los cuentos de hadas tradicionales. La intención es conseguir una clara identificación del lector con la historia, porque si el relato empieza de una manera familiar, es decir, ya conocida por el lector, más tarde, el autor puede llevarle de viaje por una historia que sorprenda por sus giros y la aparición de una serie de sucesos insólitos, cada uno más sorprendente que el anterior.


Por esta razón, los primeros capítulos de El Heraldo del Caos están ambientados en una sociedad medieval, pues porque nadie ha vivido en una civilización interplanetaria de batallas espaciales, pero si ha tenido que sufrir lo que es vivir en una sociedad que te relega a trabajar en una tarea ingrata.
De aquí, que Telecus Moscagua resultó ser una especie de versión masculina de la Cenincienta, condenado a limpiar estiércol de por vida. Y asimismo, está Inés Luz, una brujita buena que vive en un bosque, apartada del pueblo. Y luego, el resto de los personajes de este pueblo; el hijo del cacique y su novia malcriada, el sheriff y el diácono, que guardan el orden y la sabiduría (oficial) del lugar...
Por no hablar de la familia del propio Telecus, con hermano mayor sobreprotector, un padre borracho, y un abuelo muy cariñoso y sabio, que pasa sus últimos años de vida postrado en una cama.

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