viernes, 30 de enero de 2015

El arte de la ilustración.

Con esta circunstancia de que soy yo el que tiene que promocionar los libros que tengo publicados en Amazon, estoy ejercitando mi habilidad para el dibujo. Normalmente, las ilustraciones que hago son de un individuo con un paisaje en el fondo, que es muy fácil de hacer. Pero para promocionar "El Heraldo del Caos", quise ir más allá. Así que me he decidido en poner a los personajes principales de mi novela en una misma ilustración.


Para empezar, hice un dibujo a lápiz, cuya única finalidad es la de aclararme con la composición de la escena. Lo que tenía claro, es que quería poner a Walda Katt en el centro, lanzándose para pelear con un artrópodo de Hadol que la está atacando. Después, fui colocando a los demás personajes alrededor de ellos. Zorta y Gork están juntos, evidenciando que son pareja. El sargento Wak, eufórico, dispara una arma que alcanza a un soldado enemigo, que a su vez, descarga su lanzallamas contra uno de sus aliados. Abela usa sus poderes telequinéticos para detener las balas de uno de los enemigos. La teniente Starwak da órdenes a su comando, e Inés intenta desarmar a Kayla, mientras que esta última la apunta a la cara. Telecus, el protagonista, al ser alguien al que esta guerra no le va, está en su mecha estropeado, apuntando al piloto de mechas del otro bando. Y entre las tropas del antagonistas, el infame Branistor dirige sus ejércitos. Y detrás de Telecus, la figura de Kimera, a la espera de ser un personaje mucho más importante a medida que la guerra se desarrolla. Al fondo del todo, por ser una guerra interplanetaria, las naves de los dos bandos, que se van enfrentar en una batalla espacial. Y finalmente, a lo lejos, una amenaza olvidada, que se acerca para aniquilar a todos los personajes de esta guerra.


Sin embargo, después de ver el diseño de lápiz, decidí hacer una segunda composición. Añadí un soldado enemigo más, el que es atacado por el lanzallamas, para que su compañero puede atacar. Trasladé a Walda ya su monstruoso nemigo para más atrás, y así, pude incluir en la composición, a un asesino de Hadol, capaz de hacerse invisible. Y perfilé mejor a los soldados acorazados del ejército enemigo, dando a entender que estas unidades son las más numerosas. Una vez dibujado la nueva composición, lo volví a dibujar con tinta, y después usé una goma para eliminar cualquier rastro del lápiz. Y luego, con esta ilustración, hice una copia para trabajar con ella en la fase del coloreado.


A la hora de trabajar con las acuarelas, tengo un par de opciones. Una de ellas es pintar toda la escena con distintas tonalidades de un mismo color. Es una forma de trabajar que da resultados muy estéticos, y encima, es fácil de realizar. Pero quería dar un tratamiento más realista, porque me parecía muy poco creíble que todo fuera rojo por la luz del lanzallamas del soldado acorazado, o que todo fuera azul por los disparos de plasma del sargento Wak. Así que decidí que casi todo tuviera su color, si exceptuamos al fuego, y a los disparos del tiroteo cruzado. Y además, así podía pintar la nebulosa del fondo como se merece, y las manchas de camuflaje del soldado que dispara. Y una vez pintado con acuarelas, paso a perfilar los detalles con la tempera blanca, haciendo los brillos de los uniformes negros de unos, y las estrellas que brillan a través del material de la nebulosa.
Y así, con un poco de paciencia, se va haciendo una ilustración.

JE SUIS CHARLIE

Después de un parón involuntario por problemas técnicos que no viene al caso mencionar, por fin he podido escribir sobre este tema, que tan mal sabor ha dejado al comienzo de este 2015 que está empezando.
Ante todo, lo confieso, esta entrada es otro de mis intentos por promocionar El Heraldo del Caos. Lo digo así, abiertamente, para que os ahorréis el comentario, y dicho sea de paso, porque también creo en la libertad de expresión.
Y es que mirándolo con perspectiva, mi obra y la realidad no distan mucho de si. En mi novela, Telecus Moscagua, durante su viaje iniciático, descubre que el verdadero enemigo al que se tiene que enfrontar, no son los individuos del otro bando de la guerra.
Los verdaderos enemigos de Telecus son los prejuicios, o dicho de otro modo, son esas convenciones sociales que suelen convertirse en fuente de sufrimiento para algunos individuos.
Porque son los prejuicios los que condenaron a Inés Luz a morir quemada en la hoguera. Son los prejuicios los que eternizan la guerra entre las dos alianzas. Y son los prejuicios los que llevaran a las civilizaciones del sistema planetario Zeus a la autodestrucción.


Y así mismo, son los prejuicios los que han matado a esos desgraciados de Charlie Hebdo, Son los prejuicios los que, una vez más, van a estigmatizar a una parte de la población por sus creencias religiosas. Y son los prejuicios los que van a hacer que nos matemos los unos a los otros.
Y no exagero. Encuentro increíble que se mate a alguien por hacer unos dibujitos. No soy musulmán, y conozco muy poco de esta cultura, pero desde mi ignorancia, me atrevo a afirmar, que si Mahoma prohibió que se hicieran imágenes de él, no fue porque le ofendieran. Simplemente, no deseaba que sus fieles perdieran el tiempo rezándole a un pedazo de madera o de piedra que tuviera su efigie... (¿O me equivoco?)
Y luego están las consecuencias que traen estos actos, porque estos cerdos blasfemos, que dicen que son musulmanes, consiguen con sus acciones el efecto contrario. Ahora, los musulmanes de verdad son vigilados, y falta poco para que se les persiga. Porque a pesar de que estos individuos (estos tres que dijeron ser musulmanes), eran de nacionalidad francesa, esta circunstancia no es óbice para que partidos políticos de ideología xenófoba vean reforzados sus discursos.
Porque nuestro verdadero enemigo no son las personas, ni las ideas. Son esos prejuicios que hemos heredado de nuestros antepasados trogloditas, que dicen básicamente dicen "Ser de nuestra tribu, ser bueno. Ser de otra tribu, ser malo".

viernes, 2 de enero de 2015

Los cielos nublados.

En realidad, El Fragal, el pueblo en donde se crió Telecus Moscagua, se parece mucho a Galicia. Es un lugar en donde todo el mundo se conoce, y siempre hay alguien que ofrece su ayuda. Sin embargo, se vive tan bien en Galicia, que la gente tiende a acomodarse y a cerrar cualquier perspectiva de cambio o exploración.


De aquí que Telecus crezca bajo un cielo permanentemente encapotado, una capa de nubes que le oculta a él y a su gente la realidad cosmológica del mundo en el que vive, que a su vez, es una metáfora de la ignorancia que impera en su sociedad, una ignorancia preservada por sus fuertes convicciones religiosas e históricas.
Y es el amor que Telecus siente por Inés lo que le empuja y anima a dispersar los cielos nublados de su mente. Es su primera gran transformación, imprescindible para que continúe con una serie de cambios, que terminarán por convertirle en El Heraldo del Caos.