Siguiendo con mis ilustraciones y con esta carrera promocional de El Heraldo del Caos, consideré que ha llegado el momento en centrarme más en los paisajes que en los personajes. Así que empezaré por la estación Kronos, en órbita al satélite de Atenor, y cuartel general de la Neo Alianza.
A la hora de imaginar esta estación, quise que fuera un testimonio del poderío militar y tecnológico de la Neo Alianza. La estación Kronos es tan grande, que las mayores naves de guerra de la mencionada facción son insignificantes cagadas de mosca a su lado.
Y otra cosa que quería recalcar, e de dónde viene el nombre de Kronos. Siguiendo con la nomenclatura de origen griego de este sistema planetario, decidí bautizarlo con este nombre, en homenaje a Cronos, el mayor de los titanes. Así, conseguía aclarar lo gigantescamente grande que es esta superestructura.
Más tarde, una vez finalizada mi novela, me percaté (o recordé), que Kronos también es el nombre del planeta natal de los Klingons de Star Trek, así que ahí quedó un segundo homenaje subconsciente de una de las sagas más grandes de ciencia ficción.
viernes, 20 de febrero de 2015
viernes, 13 de febrero de 2015
Telecus contra Júpiter
Uno de los motivos por los que me animo a escribir, es porque (sobre todo últimamente), cuando veo ciertas películas o novelas, me digo ; "Yo podría haber escrito esto".
Esta sensación volvió a mí con fuerza esta semana cuando fui al cine. Sin embargo, experimenté cierta amargura, que ya había sufrido cuando se estreno Prometeo, cuyo argumento era muy similar a la de una de mis novelas, "El planeta de la noche eterna".
De esta pasada experiencia ya hablé en otro blog, y la conclusión es la misma que la de ahora. Si por entonces, resultó ser que Ridley Scott y un servidor habían bebido de las mismas fuentes, me ha vuelto a pasar lo mismo con los Wathosky (¿Está bien escrito?)
Para empezar, los protagonistas de ambas historias tiene orígenes muy humildes. Mientras que Júpiter es una inmigrante que se dedica a lavar inodoros en Chicago, Telecus hace lo mismo con el estiercol de las cuadras de su pueblo.
Los dos se han enamorado de seres mejorados génicamente, y no son correspondidos.
Y además, ambos protagonistas son arrancados de sus respectivos mundos natales para enfrentarse a proezas que les quedan grandes.
También ahí otros detalles científico-técnicos que hay en común, como lo de los seres mejorados génicamente, lo de las naves, las batallas, la aplastante presencia de la alta tecnología.
Pero si hay una gran diferencia, a parte de que los protagonistas no son del mismo género, es la época histórica y los años luz que se recorre. Mientras que El Destino de Júpiter se desarrolla en la actualidad (teniendo que recurrir a leyendas urbanas y mitológicas para que el espectador comprenda el argumento), en varios mundos a lo largo de distancias de años luz, el Heraldo del Caos sucede en un futuro muy lejano, y su acción se sitúa principalmente en un sistema planetario.
En fin, que si os gustó El Destino de Júpiter, también os gustará El Heraldo del Caos, aun siendo dos historias muy diferentes.
Esta sensación volvió a mí con fuerza esta semana cuando fui al cine. Sin embargo, experimenté cierta amargura, que ya había sufrido cuando se estreno Prometeo, cuyo argumento era muy similar a la de una de mis novelas, "El planeta de la noche eterna".
De esta pasada experiencia ya hablé en otro blog, y la conclusión es la misma que la de ahora. Si por entonces, resultó ser que Ridley Scott y un servidor habían bebido de las mismas fuentes, me ha vuelto a pasar lo mismo con los Wathosky (¿Está bien escrito?)
Para empezar, los protagonistas de ambas historias tiene orígenes muy humildes. Mientras que Júpiter es una inmigrante que se dedica a lavar inodoros en Chicago, Telecus hace lo mismo con el estiercol de las cuadras de su pueblo.
Los dos se han enamorado de seres mejorados génicamente, y no son correspondidos.
Y además, ambos protagonistas son arrancados de sus respectivos mundos natales para enfrentarse a proezas que les quedan grandes.
También ahí otros detalles científico-técnicos que hay en común, como lo de los seres mejorados génicamente, lo de las naves, las batallas, la aplastante presencia de la alta tecnología.
Pero si hay una gran diferencia, a parte de que los protagonistas no son del mismo género, es la época histórica y los años luz que se recorre. Mientras que El Destino de Júpiter se desarrolla en la actualidad (teniendo que recurrir a leyendas urbanas y mitológicas para que el espectador comprenda el argumento), en varios mundos a lo largo de distancias de años luz, el Heraldo del Caos sucede en un futuro muy lejano, y su acción se sitúa principalmente en un sistema planetario.
En fin, que si os gustó El Destino de Júpiter, también os gustará El Heraldo del Caos, aun siendo dos historias muy diferentes.
domingo, 8 de febrero de 2015
La historia se repite
Con la intención de que el lector se identifique e integre en el universo complejo de El Heraldo del Caos, la novela empieza en un mundo medieval, muy reconocible para cualquier español que tenga un mínimo de memoria histórica. De ahí a que recurra a que el detonante de la historia sea el rescate de la protagonista, la cual, tras haber sido acusada de brujería, es condenada a ser quemada viva en la hoguera hasta quedar reducida a cenizas...
Esta referencia a las ejecuciones de la Santa Inquisición se ha convertido, de manera espontánea, en el reflejo de uno de mis mayores temores con respecto al futuro de la humanidad.
En este caso, tenemos a la gente de Telecus, que ignora por completo su pasado impregnado de tecnología espacial, y mucho menos, desconocen los hechos que sucedieron miles de años atrás, en un planeta llamado Tierra, durante la Edad Media. Sin embargo, precisamente por no tener conocimiento de todas las barbaridades que hizo la Santa Inquisición, están condenados a repetir los mismos errores que en su época cometieron sus lejanos antepasados.
Es ese viejo dicho que reza, que los que no recuerdan los errores de su pasado, están condenados a repetirlos en el futuro.
Se podría pensar que las anteriores líneas son pura charleta, material para los académicos en historia justifiquen la existencia de su campo del conocimiento. Pero no hay más que fijarse en las noticias actuales para darse cuenta de que este escenario se está repitiendo.
Hoy en día, estamos siendo testigos del auge del Estado Islámico, y en estos grupos presuntamente religiosos, hace tiempo que he observado una inquietante similitud con las Iglesia de siglos pasados (o como en el caso de España, de hace unos 50 años). La mayoría de las cosas que defienden estas organizaciones que dicen ser islámicas, sobre todo las que se refieren a las libertades de la mujer, ya era defendidas en el pasado por la iglesia. No hay más que fijarse en el parecido del vestuario que existe entre una mujer musulmana con velo, y una monja cristiana con sus hábitos.
Y es que además, también se están repitiendo las cruzadas de occidente contra oriente...
Pero lo peor de todo, es que esta semana, como si fuera una macabra coincidencia, se ha cumplido la profecía de mi libro, con la ejecución de ese pobre piloto jordano, que fue quemado vivo (Igual que Inés, igual que tantos otros herejes en la historia de Europa).
Y es que la realidad supera a cualquier ficción, y por este mismo motivo, escribo ciencia ficción. Porque a mí, después de haber escrito El Heraldo del Caos, esta noticia ya no me sorprendió tanto.
Se veía venir.
Esta referencia a las ejecuciones de la Santa Inquisición se ha convertido, de manera espontánea, en el reflejo de uno de mis mayores temores con respecto al futuro de la humanidad.
En este caso, tenemos a la gente de Telecus, que ignora por completo su pasado impregnado de tecnología espacial, y mucho menos, desconocen los hechos que sucedieron miles de años atrás, en un planeta llamado Tierra, durante la Edad Media. Sin embargo, precisamente por no tener conocimiento de todas las barbaridades que hizo la Santa Inquisición, están condenados a repetir los mismos errores que en su época cometieron sus lejanos antepasados.
Es ese viejo dicho que reza, que los que no recuerdan los errores de su pasado, están condenados a repetirlos en el futuro.
Se podría pensar que las anteriores líneas son pura charleta, material para los académicos en historia justifiquen la existencia de su campo del conocimiento. Pero no hay más que fijarse en las noticias actuales para darse cuenta de que este escenario se está repitiendo.
Hoy en día, estamos siendo testigos del auge del Estado Islámico, y en estos grupos presuntamente religiosos, hace tiempo que he observado una inquietante similitud con las Iglesia de siglos pasados (o como en el caso de España, de hace unos 50 años). La mayoría de las cosas que defienden estas organizaciones que dicen ser islámicas, sobre todo las que se refieren a las libertades de la mujer, ya era defendidas en el pasado por la iglesia. No hay más que fijarse en el parecido del vestuario que existe entre una mujer musulmana con velo, y una monja cristiana con sus hábitos.
Y es que además, también se están repitiendo las cruzadas de occidente contra oriente...
Pero lo peor de todo, es que esta semana, como si fuera una macabra coincidencia, se ha cumplido la profecía de mi libro, con la ejecución de ese pobre piloto jordano, que fue quemado vivo (Igual que Inés, igual que tantos otros herejes en la historia de Europa).
Y es que la realidad supera a cualquier ficción, y por este mismo motivo, escribo ciencia ficción. Porque a mí, después de haber escrito El Heraldo del Caos, esta noticia ya no me sorprendió tanto.
Se veía venir.
sábado, 7 de febrero de 2015
Los robots de Isac Asimov
Si Telecus Moscagua, un ser del medievo que de pronto vive en un universo tecnológicamente avanzado, termina por convertirse en El Heraldo del Caos, fue gracias a la ayuda de Pando-9, el simpático robot con forma de oso panda que había en su camarote.
En un principio, insertar a este personaje en la trama vino dado por la influencia del manga japonés, pues en toda serie que se precie, suele haber una mascota muy mona que acompaña al héroe (y sobre todo, a la heroína) en sus aventuras. De aquí que Pando-9 llegue a participar en la primera misión que Telecus tiene que ejecutar en territorio enemigo.
Pero más adelante, el personaje cobra mayor importancia, y se convierte en algo más que un respiro cómico. Y es que Pando-9 no está solo. En este universo tecnológicamente avanzado, hay más robots, y casi todos ellos se dedican a realizar tareas tediosas o engorrosas para los seres humanos. Son esas cosas de que se mueven de fondo, que están ahí, pero que se termina por ignorar.
Así pues, en este ambiente de constante conflicto bélico, los robots siempre están ahí para proteger a los seres humanos. En efecto, estas máquinas conforman una sociedad secreta, que bajo las leyes de la robótica del maestro Isaac Asimov, tienen la misión de proteger a la humanidad.
Pero a estas leyes añadí un parámetro nuevo, estos robots son libres para elegir cumplir o no (según las circunstancias), las leyes de la robótica. Así pues, pueden autoconservarse, desobedecer una orden o dañar a un ser humano, siempre y cuando, como consecuencia de estos actos, se consiga proteger a los seres humanos.
Con lo cual, empecé a perfilar al enemigo común cuya aparición le permitirá al Heraldo del Caos unir ambas alianzas, una forma de vida artificial que nunca sigue las leyes de la robótica, y cuyo único fin, es la eliminación de toda forma de vida del universo...
Pero ya estoy contando de más...
Lean "El Heraldo del Caos".
En un principio, insertar a este personaje en la trama vino dado por la influencia del manga japonés, pues en toda serie que se precie, suele haber una mascota muy mona que acompaña al héroe (y sobre todo, a la heroína) en sus aventuras. De aquí que Pando-9 llegue a participar en la primera misión que Telecus tiene que ejecutar en territorio enemigo.
Pero más adelante, el personaje cobra mayor importancia, y se convierte en algo más que un respiro cómico. Y es que Pando-9 no está solo. En este universo tecnológicamente avanzado, hay más robots, y casi todos ellos se dedican a realizar tareas tediosas o engorrosas para los seres humanos. Son esas cosas de que se mueven de fondo, que están ahí, pero que se termina por ignorar.
Así pues, en este ambiente de constante conflicto bélico, los robots siempre están ahí para proteger a los seres humanos. En efecto, estas máquinas conforman una sociedad secreta, que bajo las leyes de la robótica del maestro Isaac Asimov, tienen la misión de proteger a la humanidad.
Pero a estas leyes añadí un parámetro nuevo, estos robots son libres para elegir cumplir o no (según las circunstancias), las leyes de la robótica. Así pues, pueden autoconservarse, desobedecer una orden o dañar a un ser humano, siempre y cuando, como consecuencia de estos actos, se consiga proteger a los seres humanos.
Con lo cual, empecé a perfilar al enemigo común cuya aparición le permitirá al Heraldo del Caos unir ambas alianzas, una forma de vida artificial que nunca sigue las leyes de la robótica, y cuyo único fin, es la eliminación de toda forma de vida del universo...
Pero ya estoy contando de más...
Lean "El Heraldo del Caos".
viernes, 30 de enero de 2015
El arte de la ilustración.
Con esta circunstancia de que soy yo el que tiene que promocionar los libros que tengo publicados en Amazon, estoy ejercitando mi habilidad para el dibujo. Normalmente, las ilustraciones que hago son de un individuo con un paisaje en el fondo, que es muy fácil de hacer. Pero para promocionar "El Heraldo del Caos", quise ir más allá. Así que me he decidido en poner a los personajes principales de mi novela en una misma ilustración.
Para empezar, hice un dibujo a lápiz, cuya única finalidad es la de aclararme con la composición de la escena. Lo que tenía claro, es que quería poner a Walda Katt en el centro, lanzándose para pelear con un artrópodo de Hadol que la está atacando. Después, fui colocando a los demás personajes alrededor de ellos. Zorta y Gork están juntos, evidenciando que son pareja. El sargento Wak, eufórico, dispara una arma que alcanza a un soldado enemigo, que a su vez, descarga su lanzallamas contra uno de sus aliados. Abela usa sus poderes telequinéticos para detener las balas de uno de los enemigos. La teniente Starwak da órdenes a su comando, e Inés intenta desarmar a Kayla, mientras que esta última la apunta a la cara. Telecus, el protagonista, al ser alguien al que esta guerra no le va, está en su mecha estropeado, apuntando al piloto de mechas del otro bando. Y entre las tropas del antagonistas, el infame Branistor dirige sus ejércitos. Y detrás de Telecus, la figura de Kimera, a la espera de ser un personaje mucho más importante a medida que la guerra se desarrolla. Al fondo del todo, por ser una guerra interplanetaria, las naves de los dos bandos, que se van enfrentar en una batalla espacial. Y finalmente, a lo lejos, una amenaza olvidada, que se acerca para aniquilar a todos los personajes de esta guerra.
Sin embargo, después de ver el diseño de lápiz, decidí hacer una segunda composición. Añadí un soldado enemigo más, el que es atacado por el lanzallamas, para que su compañero puede atacar. Trasladé a Walda ya su monstruoso nemigo para más atrás, y así, pude incluir en la composición, a un asesino de Hadol, capaz de hacerse invisible. Y perfilé mejor a los soldados acorazados del ejército enemigo, dando a entender que estas unidades son las más numerosas. Una vez dibujado la nueva composición, lo volví a dibujar con tinta, y después usé una goma para eliminar cualquier rastro del lápiz. Y luego, con esta ilustración, hice una copia para trabajar con ella en la fase del coloreado.
A la hora de trabajar con las acuarelas, tengo un par de opciones. Una de ellas es pintar toda la escena con distintas tonalidades de un mismo color. Es una forma de trabajar que da resultados muy estéticos, y encima, es fácil de realizar. Pero quería dar un tratamiento más realista, porque me parecía muy poco creíble que todo fuera rojo por la luz del lanzallamas del soldado acorazado, o que todo fuera azul por los disparos de plasma del sargento Wak. Así que decidí que casi todo tuviera su color, si exceptuamos al fuego, y a los disparos del tiroteo cruzado. Y además, así podía pintar la nebulosa del fondo como se merece, y las manchas de camuflaje del soldado que dispara. Y una vez pintado con acuarelas, paso a perfilar los detalles con la tempera blanca, haciendo los brillos de los uniformes negros de unos, y las estrellas que brillan a través del material de la nebulosa.
Y así, con un poco de paciencia, se va haciendo una ilustración.
Para empezar, hice un dibujo a lápiz, cuya única finalidad es la de aclararme con la composición de la escena. Lo que tenía claro, es que quería poner a Walda Katt en el centro, lanzándose para pelear con un artrópodo de Hadol que la está atacando. Después, fui colocando a los demás personajes alrededor de ellos. Zorta y Gork están juntos, evidenciando que son pareja. El sargento Wak, eufórico, dispara una arma que alcanza a un soldado enemigo, que a su vez, descarga su lanzallamas contra uno de sus aliados. Abela usa sus poderes telequinéticos para detener las balas de uno de los enemigos. La teniente Starwak da órdenes a su comando, e Inés intenta desarmar a Kayla, mientras que esta última la apunta a la cara. Telecus, el protagonista, al ser alguien al que esta guerra no le va, está en su mecha estropeado, apuntando al piloto de mechas del otro bando. Y entre las tropas del antagonistas, el infame Branistor dirige sus ejércitos. Y detrás de Telecus, la figura de Kimera, a la espera de ser un personaje mucho más importante a medida que la guerra se desarrolla. Al fondo del todo, por ser una guerra interplanetaria, las naves de los dos bandos, que se van enfrentar en una batalla espacial. Y finalmente, a lo lejos, una amenaza olvidada, que se acerca para aniquilar a todos los personajes de esta guerra.
Sin embargo, después de ver el diseño de lápiz, decidí hacer una segunda composición. Añadí un soldado enemigo más, el que es atacado por el lanzallamas, para que su compañero puede atacar. Trasladé a Walda ya su monstruoso nemigo para más atrás, y así, pude incluir en la composición, a un asesino de Hadol, capaz de hacerse invisible. Y perfilé mejor a los soldados acorazados del ejército enemigo, dando a entender que estas unidades son las más numerosas. Una vez dibujado la nueva composición, lo volví a dibujar con tinta, y después usé una goma para eliminar cualquier rastro del lápiz. Y luego, con esta ilustración, hice una copia para trabajar con ella en la fase del coloreado.
A la hora de trabajar con las acuarelas, tengo un par de opciones. Una de ellas es pintar toda la escena con distintas tonalidades de un mismo color. Es una forma de trabajar que da resultados muy estéticos, y encima, es fácil de realizar. Pero quería dar un tratamiento más realista, porque me parecía muy poco creíble que todo fuera rojo por la luz del lanzallamas del soldado acorazado, o que todo fuera azul por los disparos de plasma del sargento Wak. Así que decidí que casi todo tuviera su color, si exceptuamos al fuego, y a los disparos del tiroteo cruzado. Y además, así podía pintar la nebulosa del fondo como se merece, y las manchas de camuflaje del soldado que dispara. Y una vez pintado con acuarelas, paso a perfilar los detalles con la tempera blanca, haciendo los brillos de los uniformes negros de unos, y las estrellas que brillan a través del material de la nebulosa.
Y así, con un poco de paciencia, se va haciendo una ilustración.
JE SUIS CHARLIE
Después de un parón involuntario por problemas técnicos que no viene al caso mencionar, por fin he podido escribir sobre este tema, que tan mal sabor ha dejado al comienzo de este 2015 que está empezando.
Ante todo, lo confieso, esta entrada es otro de mis intentos por promocionar El Heraldo del Caos. Lo digo así, abiertamente, para que os ahorréis el comentario, y dicho sea de paso, porque también creo en la libertad de expresión.
Y es que mirándolo con perspectiva, mi obra y la realidad no distan mucho de si. En mi novela, Telecus Moscagua, durante su viaje iniciático, descubre que el verdadero enemigo al que se tiene que enfrontar, no son los individuos del otro bando de la guerra.
Los verdaderos enemigos de Telecus son los prejuicios, o dicho de otro modo, son esas convenciones sociales que suelen convertirse en fuente de sufrimiento para algunos individuos.
Porque son los prejuicios los que condenaron a Inés Luz a morir quemada en la hoguera. Son los prejuicios los que eternizan la guerra entre las dos alianzas. Y son los prejuicios los que llevaran a las civilizaciones del sistema planetario Zeus a la autodestrucción.
Y así mismo, son los prejuicios los que han matado a esos desgraciados de Charlie Hebdo, Son los prejuicios los que, una vez más, van a estigmatizar a una parte de la población por sus creencias religiosas. Y son los prejuicios los que van a hacer que nos matemos los unos a los otros.
Y no exagero. Encuentro increíble que se mate a alguien por hacer unos dibujitos. No soy musulmán, y conozco muy poco de esta cultura, pero desde mi ignorancia, me atrevo a afirmar, que si Mahoma prohibió que se hicieran imágenes de él, no fue porque le ofendieran. Simplemente, no deseaba que sus fieles perdieran el tiempo rezándole a un pedazo de madera o de piedra que tuviera su efigie... (¿O me equivoco?)
Y luego están las consecuencias que traen estos actos, porque estos cerdos blasfemos, que dicen que son musulmanes, consiguen con sus acciones el efecto contrario. Ahora, los musulmanes de verdad son vigilados, y falta poco para que se les persiga. Porque a pesar de que estos individuos (estos tres que dijeron ser musulmanes), eran de nacionalidad francesa, esta circunstancia no es óbice para que partidos políticos de ideología xenófoba vean reforzados sus discursos.
Porque nuestro verdadero enemigo no son las personas, ni las ideas. Son esos prejuicios que hemos heredado de nuestros antepasados trogloditas, que dicen básicamente dicen "Ser de nuestra tribu, ser bueno. Ser de otra tribu, ser malo".
Ante todo, lo confieso, esta entrada es otro de mis intentos por promocionar El Heraldo del Caos. Lo digo así, abiertamente, para que os ahorréis el comentario, y dicho sea de paso, porque también creo en la libertad de expresión.
Y es que mirándolo con perspectiva, mi obra y la realidad no distan mucho de si. En mi novela, Telecus Moscagua, durante su viaje iniciático, descubre que el verdadero enemigo al que se tiene que enfrontar, no son los individuos del otro bando de la guerra.
Los verdaderos enemigos de Telecus son los prejuicios, o dicho de otro modo, son esas convenciones sociales que suelen convertirse en fuente de sufrimiento para algunos individuos.
Porque son los prejuicios los que condenaron a Inés Luz a morir quemada en la hoguera. Son los prejuicios los que eternizan la guerra entre las dos alianzas. Y son los prejuicios los que llevaran a las civilizaciones del sistema planetario Zeus a la autodestrucción.
Y así mismo, son los prejuicios los que han matado a esos desgraciados de Charlie Hebdo, Son los prejuicios los que, una vez más, van a estigmatizar a una parte de la población por sus creencias religiosas. Y son los prejuicios los que van a hacer que nos matemos los unos a los otros.
Y no exagero. Encuentro increíble que se mate a alguien por hacer unos dibujitos. No soy musulmán, y conozco muy poco de esta cultura, pero desde mi ignorancia, me atrevo a afirmar, que si Mahoma prohibió que se hicieran imágenes de él, no fue porque le ofendieran. Simplemente, no deseaba que sus fieles perdieran el tiempo rezándole a un pedazo de madera o de piedra que tuviera su efigie... (¿O me equivoco?)
Y luego están las consecuencias que traen estos actos, porque estos cerdos blasfemos, que dicen que son musulmanes, consiguen con sus acciones el efecto contrario. Ahora, los musulmanes de verdad son vigilados, y falta poco para que se les persiga. Porque a pesar de que estos individuos (estos tres que dijeron ser musulmanes), eran de nacionalidad francesa, esta circunstancia no es óbice para que partidos políticos de ideología xenófoba vean reforzados sus discursos.
Porque nuestro verdadero enemigo no son las personas, ni las ideas. Son esos prejuicios que hemos heredado de nuestros antepasados trogloditas, que dicen básicamente dicen "Ser de nuestra tribu, ser bueno. Ser de otra tribu, ser malo".
viernes, 2 de enero de 2015
Los cielos nublados.
En realidad, El Fragal, el pueblo en donde se crió Telecus Moscagua, se parece mucho a Galicia. Es un lugar en donde todo el mundo se conoce, y siempre hay alguien que ofrece su ayuda. Sin embargo, se vive tan bien en Galicia, que la gente tiende a acomodarse y a cerrar cualquier perspectiva de cambio o exploración.
De aquí que Telecus crezca bajo un cielo permanentemente encapotado, una capa de nubes que le oculta a él y a su gente la realidad cosmológica del mundo en el que vive, que a su vez, es una metáfora de la ignorancia que impera en su sociedad, una ignorancia preservada por sus fuertes convicciones religiosas e históricas.
Y es el amor que Telecus siente por Inés lo que le empuja y anima a dispersar los cielos nublados de su mente. Es su primera gran transformación, imprescindible para que continúe con una serie de cambios, que terminarán por convertirle en El Heraldo del Caos.
De aquí que Telecus crezca bajo un cielo permanentemente encapotado, una capa de nubes que le oculta a él y a su gente la realidad cosmológica del mundo en el que vive, que a su vez, es una metáfora de la ignorancia que impera en su sociedad, una ignorancia preservada por sus fuertes convicciones religiosas e históricas.
Y es el amor que Telecus siente por Inés lo que le empuja y anima a dispersar los cielos nublados de su mente. Es su primera gran transformación, imprescindible para que continúe con una serie de cambios, que terminarán por convertirle en El Heraldo del Caos.
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