Cuando Telecus Moscagua conoce a Inés Luz y se enamora de ella, Telecus descubre, por primera vez en su vida, los placeres que el amor proporciona, aunque se trate de un amor no correspondido, como es el caso.
Pero además, Telecus descubre otro placer más espiritual, y que le ayudará el resto de su vida; descubre el placer de aprender cosas nuevas.
Gracias a las clases de Inés, además de aprender a leer y escribir, Telecus experimenta una transformación espiritual e intelectual. Descubre que el mundo en el que vive es más grande y maravilloso de lo que jamás había soñado, y todo ello sin salir de su pueblo natal. Es, sin duda, el primer cambio que sufrirá Telecus en su camino hacia la madurez y la senda que le convertirá en un héroe legendario. Sin estos conocimientos, Telecus no sería capaz de tomar la decisión transcedental de seguir a Inés después de que fuera condenada a morir en la hoguera.
Es más, sin este placer por aprender cosas nuevas, Telecus no lograría adaptarse al universo que le esperaba allá afuera, por encima de las nubes de su mundo. Y aunque no consiga que Inés se quede con él, a Telecus siempre le quedaría esa sed por las aventuras y los descubrimientos asombrosos, una sed que le ayudará a superar todos los obstáculos que se le presente en su vida.
Y esta misma sed es la que impulsa a mis lectores a leer libros. Mundos nuevos, civilizaciones desconocidas, personajes históricos. Y en este caso, siguiendo al Heraldo del Caos en su camino hacia la gloria, mis lectores comparten con él la pasión por los nuevos descubrimientos, por el placer de aprender cosas nuevas.
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